En nombre de la Associació pro Memòria als Immolats per la llibertat de Catalunya y en nuestra condición de familiares de víctimas del franquismo, estamos presentes en la inauguración, en la espléndida ciudad de Mollet, de la presente exposición, siguiendo la gira por otras ciudades de nuestro país.
Aprovechando esta ocasión, queremos expresar nuestro reconocimiento al autor de esta magnífica y documentada exposición, presentada con mucho tacto y delicada sensibilidad, el Sr. Francesc Abad.
Somos los que aún vamos por la vida como depositarios de la memoria, del sufrimiento, de la inmensidad del dolor pasado. Somos, sin duda, supervivientes del episodio más triste y sobrecogedor, el más sórdido de la represión perpetrada por la dictadura franquista durante y acabada la confrontación civil.
Recordamos que las primeras semanas después de ocupada Barcelona por los franquistas, la sensación de ahogo y bochorno que nos rodeaba daba la impresión de que toda Cataluña y España se había convertido en un pueblo cautivo. Con una gran cantidad de campos de concentración a lo largo y ancho de la basta geografía de nuestro país, con centenares de miles de prisioneros, de prisiones preexistentes o habilitadas para albergar a tantas personas acusadas simplemente por el delito de militar o por pertenecer al bando rival, el republicano.
La represión fue devastadora, de tal forma y con tanta brutalidad, que al mismo tiempo que se iban produciendo los miles de asesinatos del franquismo, en la misma dimensión, a su lado, quedaban destrozados la vida y el futuro de muchas familias, dejando como víctimas más directas a decenas de miles de esposas que quedaron viudas, de hijos que pasaron a ser huérfanos y de padres que perdieron a sus hijos, sembrando de duelo y desolación todos los rincones del país, ciudades y pueblos, y hasta las localidades más pequeñas.
¡Nadie se libró!
Y es también lo que pasó aquí, en esta pacífica ciudad. Fueron muchos los ciudadanos de Mollet y de Parets que fueron a la prisión; y si echamos un vistazo a los listados de esta exposición, encontraremos también la huella que dejó la ferocidad franquista ensañándose con los republicanos que creyeron en las proclamas del dictador: “…que quien no tuviera las manos manchadas de sangre…”. Fue una trampa. ¡Mentira! ¡Todo mentira! Fueron asesinados. Sí, asesinados de Estado, por el estado franquista y por la gracia de Dios.
Como ejemplo, entre los diversos que podría mencionar, pongo el caso de Josep Fortuny y Torrents. Un hombre brillante, conocido desde muy joven, en plena monarquía, en la época de la dictadura de Primo de Ribera, que al proclamarse la República el 14 de abril de 1931, formó parte como miembro destacado del 1er consistorio municipal. Repitió de concejal en las elecciones de 1933, con actuaciones destacadas como político local, detenido y encarcelado unos meses en el barco Uruguay, el octubre de 1934, en pleno Bienio Negro, y elegido de nuevo el 26 de febrero de 1936, como alcalde segundo y proclamado alcalde titular pocas semanas más tarde. Un hombre avanzado a su tiempo, noble y honrado, destacado en la política municipal, especialmente en aquello que favorecía a los trabajadores y a las clases humildes, y prueba evidente es que su semilla, como la de sus compañeros, sigue dando frutos en esta extraordinaria ciudad, abanderada y progresista como la que más.
Constato que mantenemos en la memoria la forma despiadada como nuestros padres o familiares fueron sometidos a Consejos de Guerra sumarísimos por los Tribunales Militares, avalados por el dictador, hinchados de odio, sin ningún conocimiento sobre lo que es la justicia ni la equidad, y ni mucho menos la piedad.
Poco después de la muerte del dictador, algunos de los que habíamos esperado tanto tiempo esta oportunidad nos citamos en la Iglesia de Pompeia de Barcelona, a mediados de 1976. Así, sin más, nos convertimos en promotores de esta Asociación. Y así, también, seguimos celebrando reuniones en la sala que pusieron a nuestra disposición los Jesuitas, en el anexo de la iglesia de la Riera de Sant Miquel.
Damos nombre a la Asociación, diseñamos nuestros objetivos y redactamos y establecemos los estatutos para tener vía libre y ponernos a trabajar. Empezamos por lo más primario, lo que creímos más urgente y viable, adecuar y dar dignidad al Fossar de la Pedrera y no enterrar allí a nadie más. Eso se consiguió con el tiempo y no pocos esfuerzos y dificultades. De hecho, todo lo que nos hemos propuesto lo hemos conseguido con la constancia y la buena voluntad de todos, pero en especial de Pere Fortuny, que ha sido el alma y el principal impulsor para llegar a las cotas actuales de nuestra Asociación, pionera entre las asociaciones de víctimas del franquismo, con una excelente relación y reconocimiento por parte de las principales instituciones políticas y oficiales de Cataluña y del Gobierno Central de Madrid.
Pero no todo lo que nos hemos propuesto lo hemos conseguido.
Pronto, desde nuestros primeros pasos, percibimos que lo que nosotros considerábamos una prioridad, no lo era para muchos de aquéllos que habían conseguido erigirse o convertirse en notables, dentro de las áreas del poder político.
Con el tiempo, y con cuentagotas, se fueron impulsando algunas medidas políticas, suaves, para hacer algo sin llegar a hacer nada.
Se hizo algún reconocimiento a algunos de los colectivos más castigados por la guerra y por la dictadura.
Se restituyó en sus plazas a los funcionarios que habían sido víctimas de la depuración por responsabilidades políticas, de antiguos militares de la República, antiguos aviadores; se repartieron compensaciones económicas a viudas de la guerra, expresos políticos y otros colectivos, sin llegar a satisfacer a nadie; todo esto llevado a cabo, eso sí, con propósitos tan modestos, medido con tanta mezquindad, que el simple hecho de recordarlo causa frialdad y lástima.
Y aún más cuando se comparan con las espléndidas ayudas y satisfacciones que se han impulsado con situaciones surgidas con posteridad a la guerra y a la dictadura: las víctimas del terrorismo. Y aunque las medidas tomadas merecen nuestro acuerdo y respeto, comparando las unas con las otras, se deduce que se llevaron a cabo con varemos muy distintos.
Desaparecida la dictadura y 30 años después de recuperada la democracia, sigue pendiente la deuda de ésta con el pasado. Siempre creímos, durante los 40 años que duró la dictadura, que al llegar la democracia se llevaría a cabo con celeridad y solemnidad el reconocimiento moral, político y jurídico de las víctimas del franquismo, incluida la anulación de las sentencias dictadas en los Consejos de Guerra sumarísimos por los Tribunales Militares, sin ninguna validez jurídica ni legitimidad democrática, como afirman juristas de prestigio y muy conocidos, como el Sr. Jiménez de Parga y el Sr. Martín Pallín, entre otros. Por más justificación, hace poco, el profesor Vicens Navarro, de la Universitat Pompeu Fabra, decía que el Catedrático Melefakis, de la Universidad de Columbia de los Estados Unidos, autoridad mundial en historia europea contemporánea, señalaba que la dictadura franquista fue una de las más sanguinarias y brutales de la Europa del siglo XX, y añadió que asesinó en tiempos de paz a más personas que la dictadura fascista italiana, en una proporción de 10.000 a 1, ecuación perfectamente elocuente de lo que fue el genocidio franquista en nuestro país. Siguiendo con más referencias, de entre las distintas instituciones internacionales que han condenado la dictadura franquista, hay que tener en consideración a la Asamblea General de la ONU cuando, el 9 de febrero de 1946, condenó la ilegalidad del régimen franquista y apuntó que el franquismo cometió crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
Para acabar, el pasado día 5 de julio, el parlamento Europeo condenó la dictadura franquista al cumplirse los 70 años del alzamiento militar contra la República.
Gracias al tiempo, a los sucesos y a los cambios que se han dado desde la transición, hace poco creíamos que estábamos llegando al final del camino y que, por fin, quedarían superados el mutismo, la amnesia y el olvido.
Hasta hace poco, los reconocimientos oficiales al antifranquismo habían sido muy escasos, en ocasiones parecía que habían quedado en el olvido, a parte de algunas excepciones que fueron valiosas, pero efímeras, ya que nunca tuvieron la repercusión o la respuesta informativa que merecieron.
A causa del cambio de gobierno, creímos que cambiaría el panorama que nos había rodeado hasta ese momento. Y así fue.
De golpe, surgieron con fuerza muchas iniciativas que causaron mucho revuelo por parte de las izquierdas, de muchos políticos y de las asociaciones antifranquistas, tanto por parte de las que ya existían como de las que florecieron entonces, que aportaron frescura y energías renovadas para llevar a cabo entre todos un gran proyecto, el Memorial Democrático o Memoria Histórica.
En el transcurso de los dos últimos años, se ha llevado a cabo una gran tarea de investigación de la historia del pasado. Instituciones oficiales, en especial la Conselleria de Relacions Institucionals, en Cataluña, y la Vicepresidencia del Gobierno Central, en Madrid, tomando la delantera, y una serie de asociaciones antifranquistas, han trabajado con entusiasmo y voluntad. Y entre las diversas consultas, destaco que nuestra Asociación fue una de las primeras en ser citadas en el mes de febrero del año pasado en la Moncloa, con la Comisión Interministerial nombrada por el Gobierno, con el objetivo de llevar a cabo el estudio y recopilación de toda la información para elaborar el proyecto de ley de la Memoria Histórica.
Después de esto, francamente, quedamos satisfechos y esperanzados de ir por el buen camino.
Todo parecía marchar a buen ritmo, aunque el Gobierno incumplió los plazos que se impuso él mismo en tres ocasiones.
Resumiendo, el Gobierno, con más de un año de retraso, acabó aprobando el proyecto de ley el pasado día 28 de julio, renunciando a incluir la prometida anulación de los consejos de guerra del franquismo. Y eso que el Gobierno se había comprometido a dar satisfacción moral y jurídica y restitución pública de la honorabilidad de las víctimas. Admitimos, obviamente, que pese a los retoques y recortes de la propuesta inicial, es la primera vez que un ejecutivo hace un amplio reconocimiento de las víctimas del franquismo. Es de agradecer, pero para nosotros es insuficiente y descorazonador.
Manifestamos que esta propuesta de ley nos crea una enorme frustración. Ésta no es la ley de la Memoria Histórica que siempre hemos reivindicado y que repetidamente se nos había prometido.
Consideramos que constituye un flagrante incumplimiento por parte del Gobierno, defraudando la esperanza que se había depositado por parte de las víctimas del franquismo. Debemos reconocer que el Gobierno ha perdido una gran oportunidad para aportar una solución contundente y cerrar una deuda que Cataluña y España tienen con el pasado.
Aún nos queda la esperanza que la propuesta de ley presentada por el Ejecutivo se pueda rectificar en el Parlamento.
Si no es así, nuestra reivindicación seguirá, y si nosotros no lo conseguimos en vida, lo dejaremos para las próximas generaciones que nos sustituirán. Mientras tanto, seguiremos recordando a nuestros muertos, con orgullo, con la cabeza bien alta, con toda la dignidad.
Gracias.
Aprovechando esta ocasión, queremos expresar nuestro reconocimiento al autor de esta magnífica y documentada exposición, presentada con mucho tacto y delicada sensibilidad, el Sr. Francesc Abad.
Somos los que aún vamos por la vida como depositarios de la memoria, del sufrimiento, de la inmensidad del dolor pasado. Somos, sin duda, supervivientes del episodio más triste y sobrecogedor, el más sórdido de la represión perpetrada por la dictadura franquista durante y acabada la confrontación civil.
Recordamos que las primeras semanas después de ocupada Barcelona por los franquistas, la sensación de ahogo y bochorno que nos rodeaba daba la impresión de que toda Cataluña y España se había convertido en un pueblo cautivo. Con una gran cantidad de campos de concentración a lo largo y ancho de la basta geografía de nuestro país, con centenares de miles de prisioneros, de prisiones preexistentes o habilitadas para albergar a tantas personas acusadas simplemente por el delito de militar o por pertenecer al bando rival, el republicano.
La represión fue devastadora, de tal forma y con tanta brutalidad, que al mismo tiempo que se iban produciendo los miles de asesinatos del franquismo, en la misma dimensión, a su lado, quedaban destrozados la vida y el futuro de muchas familias, dejando como víctimas más directas a decenas de miles de esposas que quedaron viudas, de hijos que pasaron a ser huérfanos y de padres que perdieron a sus hijos, sembrando de duelo y desolación todos los rincones del país, ciudades y pueblos, y hasta las localidades más pequeñas.
¡Nadie se libró!
Y es también lo que pasó aquí, en esta pacífica ciudad. Fueron muchos los ciudadanos de Mollet y de Parets que fueron a la prisión; y si echamos un vistazo a los listados de esta exposición, encontraremos también la huella que dejó la ferocidad franquista ensañándose con los republicanos que creyeron en las proclamas del dictador: “…que quien no tuviera las manos manchadas de sangre…”. Fue una trampa. ¡Mentira! ¡Todo mentira! Fueron asesinados. Sí, asesinados de Estado, por el estado franquista y por la gracia de Dios.
Como ejemplo, entre los diversos que podría mencionar, pongo el caso de Josep Fortuny y Torrents. Un hombre brillante, conocido desde muy joven, en plena monarquía, en la época de la dictadura de Primo de Ribera, que al proclamarse la República el 14 de abril de 1931, formó parte como miembro destacado del 1er consistorio municipal. Repitió de concejal en las elecciones de 1933, con actuaciones destacadas como político local, detenido y encarcelado unos meses en el barco Uruguay, el octubre de 1934, en pleno Bienio Negro, y elegido de nuevo el 26 de febrero de 1936, como alcalde segundo y proclamado alcalde titular pocas semanas más tarde. Un hombre avanzado a su tiempo, noble y honrado, destacado en la política municipal, especialmente en aquello que favorecía a los trabajadores y a las clases humildes, y prueba evidente es que su semilla, como la de sus compañeros, sigue dando frutos en esta extraordinaria ciudad, abanderada y progresista como la que más.
Constato que mantenemos en la memoria la forma despiadada como nuestros padres o familiares fueron sometidos a Consejos de Guerra sumarísimos por los Tribunales Militares, avalados por el dictador, hinchados de odio, sin ningún conocimiento sobre lo que es la justicia ni la equidad, y ni mucho menos la piedad.
Poco después de la muerte del dictador, algunos de los que habíamos esperado tanto tiempo esta oportunidad nos citamos en la Iglesia de Pompeia de Barcelona, a mediados de 1976. Así, sin más, nos convertimos en promotores de esta Asociación. Y así, también, seguimos celebrando reuniones en la sala que pusieron a nuestra disposición los Jesuitas, en el anexo de la iglesia de la Riera de Sant Miquel.
Damos nombre a la Asociación, diseñamos nuestros objetivos y redactamos y establecemos los estatutos para tener vía libre y ponernos a trabajar. Empezamos por lo más primario, lo que creímos más urgente y viable, adecuar y dar dignidad al Fossar de la Pedrera y no enterrar allí a nadie más. Eso se consiguió con el tiempo y no pocos esfuerzos y dificultades. De hecho, todo lo que nos hemos propuesto lo hemos conseguido con la constancia y la buena voluntad de todos, pero en especial de Pere Fortuny, que ha sido el alma y el principal impulsor para llegar a las cotas actuales de nuestra Asociación, pionera entre las asociaciones de víctimas del franquismo, con una excelente relación y reconocimiento por parte de las principales instituciones políticas y oficiales de Cataluña y del Gobierno Central de Madrid.
Pero no todo lo que nos hemos propuesto lo hemos conseguido.
Pronto, desde nuestros primeros pasos, percibimos que lo que nosotros considerábamos una prioridad, no lo era para muchos de aquéllos que habían conseguido erigirse o convertirse en notables, dentro de las áreas del poder político.
Con el tiempo, y con cuentagotas, se fueron impulsando algunas medidas políticas, suaves, para hacer algo sin llegar a hacer nada.
Se hizo algún reconocimiento a algunos de los colectivos más castigados por la guerra y por la dictadura.
Se restituyó en sus plazas a los funcionarios que habían sido víctimas de la depuración por responsabilidades políticas, de antiguos militares de la República, antiguos aviadores; se repartieron compensaciones económicas a viudas de la guerra, expresos políticos y otros colectivos, sin llegar a satisfacer a nadie; todo esto llevado a cabo, eso sí, con propósitos tan modestos, medido con tanta mezquindad, que el simple hecho de recordarlo causa frialdad y lástima.
Y aún más cuando se comparan con las espléndidas ayudas y satisfacciones que se han impulsado con situaciones surgidas con posteridad a la guerra y a la dictadura: las víctimas del terrorismo. Y aunque las medidas tomadas merecen nuestro acuerdo y respeto, comparando las unas con las otras, se deduce que se llevaron a cabo con varemos muy distintos.
Desaparecida la dictadura y 30 años después de recuperada la democracia, sigue pendiente la deuda de ésta con el pasado. Siempre creímos, durante los 40 años que duró la dictadura, que al llegar la democracia se llevaría a cabo con celeridad y solemnidad el reconocimiento moral, político y jurídico de las víctimas del franquismo, incluida la anulación de las sentencias dictadas en los Consejos de Guerra sumarísimos por los Tribunales Militares, sin ninguna validez jurídica ni legitimidad democrática, como afirman juristas de prestigio y muy conocidos, como el Sr. Jiménez de Parga y el Sr. Martín Pallín, entre otros. Por más justificación, hace poco, el profesor Vicens Navarro, de la Universitat Pompeu Fabra, decía que el Catedrático Melefakis, de la Universidad de Columbia de los Estados Unidos, autoridad mundial en historia europea contemporánea, señalaba que la dictadura franquista fue una de las más sanguinarias y brutales de la Europa del siglo XX, y añadió que asesinó en tiempos de paz a más personas que la dictadura fascista italiana, en una proporción de 10.000 a 1, ecuación perfectamente elocuente de lo que fue el genocidio franquista en nuestro país. Siguiendo con más referencias, de entre las distintas instituciones internacionales que han condenado la dictadura franquista, hay que tener en consideración a la Asamblea General de la ONU cuando, el 9 de febrero de 1946, condenó la ilegalidad del régimen franquista y apuntó que el franquismo cometió crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
Para acabar, el pasado día 5 de julio, el parlamento Europeo condenó la dictadura franquista al cumplirse los 70 años del alzamiento militar contra la República.
Gracias al tiempo, a los sucesos y a los cambios que se han dado desde la transición, hace poco creíamos que estábamos llegando al final del camino y que, por fin, quedarían superados el mutismo, la amnesia y el olvido.
Hasta hace poco, los reconocimientos oficiales al antifranquismo habían sido muy escasos, en ocasiones parecía que habían quedado en el olvido, a parte de algunas excepciones que fueron valiosas, pero efímeras, ya que nunca tuvieron la repercusión o la respuesta informativa que merecieron.
A causa del cambio de gobierno, creímos que cambiaría el panorama que nos había rodeado hasta ese momento. Y así fue.
De golpe, surgieron con fuerza muchas iniciativas que causaron mucho revuelo por parte de las izquierdas, de muchos políticos y de las asociaciones antifranquistas, tanto por parte de las que ya existían como de las que florecieron entonces, que aportaron frescura y energías renovadas para llevar a cabo entre todos un gran proyecto, el Memorial Democrático o Memoria Histórica.
En el transcurso de los dos últimos años, se ha llevado a cabo una gran tarea de investigación de la historia del pasado. Instituciones oficiales, en especial la Conselleria de Relacions Institucionals, en Cataluña, y la Vicepresidencia del Gobierno Central, en Madrid, tomando la delantera, y una serie de asociaciones antifranquistas, han trabajado con entusiasmo y voluntad. Y entre las diversas consultas, destaco que nuestra Asociación fue una de las primeras en ser citadas en el mes de febrero del año pasado en la Moncloa, con la Comisión Interministerial nombrada por el Gobierno, con el objetivo de llevar a cabo el estudio y recopilación de toda la información para elaborar el proyecto de ley de la Memoria Histórica.
Después de esto, francamente, quedamos satisfechos y esperanzados de ir por el buen camino.
Todo parecía marchar a buen ritmo, aunque el Gobierno incumplió los plazos que se impuso él mismo en tres ocasiones.
Resumiendo, el Gobierno, con más de un año de retraso, acabó aprobando el proyecto de ley el pasado día 28 de julio, renunciando a incluir la prometida anulación de los consejos de guerra del franquismo. Y eso que el Gobierno se había comprometido a dar satisfacción moral y jurídica y restitución pública de la honorabilidad de las víctimas. Admitimos, obviamente, que pese a los retoques y recortes de la propuesta inicial, es la primera vez que un ejecutivo hace un amplio reconocimiento de las víctimas del franquismo. Es de agradecer, pero para nosotros es insuficiente y descorazonador.
Manifestamos que esta propuesta de ley nos crea una enorme frustración. Ésta no es la ley de la Memoria Histórica que siempre hemos reivindicado y que repetidamente se nos había prometido.
Consideramos que constituye un flagrante incumplimiento por parte del Gobierno, defraudando la esperanza que se había depositado por parte de las víctimas del franquismo. Debemos reconocer que el Gobierno ha perdido una gran oportunidad para aportar una solución contundente y cerrar una deuda que Cataluña y España tienen con el pasado.
Aún nos queda la esperanza que la propuesta de ley presentada por el Ejecutivo se pueda rectificar en el Parlamento.
Si no es así, nuestra reivindicación seguirá, y si nosotros no lo conseguimos en vida, lo dejaremos para las próximas generaciones que nos sustituirán. Mientras tanto, seguiremos recordando a nuestros muertos, con orgullo, con la cabeza bien alta, con toda la dignidad.
Gracias.
Associació pro Memòria als Immolats per la llibertat de Catalunya