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jueves, 16 de abril de 2009

Castilla, Nacion

Frente al modelo etnicista de nacionalismo se encuentra el basado en la definición de nación que da Renan. Es el concepto liberal que entiende el nacionalismo como el derecho a la autodeterminación permanente de los pueblos. Autodeterminación significa el decidir cómo y con quién se quiere gobernar una nación. La suma de voluntades manifestadas a través del sufragio será el ejercicio práctico de la nacionalidad. Así, la autodeterminación es la praxis del ser nacional. Este modelo también reconocido por los politólogos como nacionalismo cívico tiene como ejemplos actuales los casos de Quebec, Escocia o Cataluña. Allí los principales partidos nacionalistas (Bloc Quebecoise, Scotish National Party, Convergència i Uniò) tienen en el ejercicio más o menos inmediato a la autodeterminación la principal de sus aspiraciones. En la génesis histórica de estos nacionalismos el componente racial, religioso y lingüístico aunque presente no toma la misma virulencia que en el modelo étnico. Se ve ligado en su nacimiento a las aspiraciones de la burguesía nacional. Precisamente también se ha conocido como nacionalismo burgués.

Ambos modelos implican la aspiración a un estado propio. De este modo, podríamos dar otra definición de nacionalismo como la defensa del derecho de las naciones a un estado. Se diferencian los dos modelos en cómo conseguir el estado y en donde radica la soberanía. Para el modelo "eslavo" la soberanía es atributo de la etnia, mientras que en el modelo cívico reside en la voluntad del pueblo.

Obviamente, estas dos definiciones no dejan de ser abstracciones que no se ajustan exactamente a la realidad. Cada nacionalismo tiene características "etnicistas" y "liberales". Existen ejemplos de nacionalismos cívicos entre pueblos eslavos (Draknovic en Serbia) y en nuestro medio nacionalistas liberales recurren a argumentos raciales ocasionalmente . Quede claro que lo anteriormente expuesto no es más que un intento de disecar superficialmente un fenómeno, que aunque les pese a muchos, sigue plenamente vigente.

A continuación veremos si Castilla puede ser nacionalista.
¿Puede ser Castilla nacionalista?

Si hasta ahora se ha procurado por parte del ponente mantener en la exposición un tono neutro y lejano al apasionamiento, en tercera persona, intentando tratar el hecho nacional castellano sin involucrarse personalmente, la pregunta que encabeza este apartado no permite mantener ese actitud de estudio científico y exige un pronunciamiento claro. Este nace del compromiso con la realidad cercana que tras un análisis bien conocido por muchos de los asistentes al curso, concluye que la situación de Castilla en su articulación política, económica y cultural es la de una colonia interior del Estado Español y la Unión Europea. Ese análisis es la mejor contestación al interrogante. Castilla no puede, debe ser nacionalista si pretende sobrevivir como entidad diferenciada en la globalidad que se conforma en nuestro mundo. La realidad de Castilla es mísera. En lo material con dos millones de pobres. En lo espiritual con diez millones de resignados a emigrar, a ver cómo los grandes proyectos nos rozan.

Después de años de apatía, especialmente la década de los 80 tras el chasco del proceso autonómico, parece haber un resurgir de la rebeldía que antaño llevó a este país a levantarse contra Carlos de Gante. Entre los ciudadanos está cada vez más presente el sentimiento de agravio comparativo al que el "hecho diferencial" relega a los castellanos, ciudadanos de categoría "regional". Es de ilusos reconocer en ese hastío un nacionalismo organizado, ni siquiera latente. Es responsabilidad de aquellos que sean conscientes de la realidad humillante de esta tierra el promover con seriedad y compromiso un movimiento nacionalista. Si la revolución de las Comunidades ha sido reconocida como precursora y avanzada en su tiempo de posteriores movimientos democráticos el nacionalismo castellano puede ser un modelo de nacionalismo cívico.

La defensa de la libre determinación en una tierra tradicionalmente hostil a otros nacionalismos demostrará que la solidaridad (que algunos llaman ternura de los pueblos) sólo es posible desde la plena libertad de las naciones.

La respuesta práctica del nacionalismo en Castilla variará según la coyuntura. Hoy, en 1998 pasa por la exigencia del reconocimiento de Castilla como nacionalidad histórica. Las implicaciones prácticas pueden ser de difícil consenso. Ahí van interrogantes: ¿Significa eso el pleno autogobierno para cada comunidad castellana o para una nueva comunidad que agrupe a todo el país?. Y contestando en parte a lo anterior ¿El derecho al autogobierno es de Castilla o de los castellanos? ¿ Es de importancia la unidad de Castilla para su autogobierno? ¿El desarrollo de un sentimiento nacional castellano es compatible con la lealtad a España? ¿El nacionalismo castellano puede ser aliado o enemigo de otros nacionalismos ibéricos? ¿Es demasiado tarde para defender una Castilla unida vista la consolidación del estado de las autonomías? .

Ya se han mencionado previamente en esta exposición los intentos de algunos colectivos por desarrollar el movimiento que ahora consideremos vital para la supervivencia de Castilla. Por mi naturaleza de militante de uno de ellos espero que se entienda el cambio de tono de estas últimas líneas.

El desafío es grande como lo ha sido nuestro país. Más grande ha sido la gesta de nuestros mayores que parieron nuestra lengua o tallaron estas piedras. Como he intentado exponer con mis palabras las naciones pueden ser reconocidas sin contar con los ciudadanos pero estos deben ser los protagonistas del ser nacional y de la solución de los problemas que acarree.

Castilla no es el monte, ni el llano, ni la historia milenaria. Somos nosotros, los castellanos y castellanas, eso sí, si nos atrevemos.
Ponencia de Antonio Izarra en el Curso de Verano de la Universidad de Burgos 1998: "Castilla; visión multidisciplinar de un hecho nacional heterodoxo"
Castilla, julio de 1998.

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