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domingo, 10 de enero de 2010

¿ DEMOCRACIA EN LA MEDIDA DE LO POSIBLE?

Nuestra fuerza radica en nuestros principios

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Socialistas de Izquierda, Socialistas como Allende

¿ DEMOCRACIA EN LA MEDIDA DE LO POSIBLE?




CARLOS MOYA URETA (1)

RESUMEN:

En 1990 comienza en Chile un esperanzador proceso de transición a la Democracia luego de 17 años de una sangrienta Dictadura Militar. La paradoja política es que el año 2006, sobrevive casi intacta -y en algunos caso perfeccionada-, una institucionalidad jurídico-política de carácter oligárquico y un modelo económico neoliberal, impuesto por el pinochetismo de entonces. Uno de los casos emblemáticos de esta herencia lo constituye el maquiavélico sistema electoral binominal diseñado desde la Costitución impuesta por Pinochet en 1980, es decir 9 años antes de su salida del Gobierno. Este sistema electoral que nunca, hasta ahora, ha podido ser reformado, permite, a los pinochetistas de hoy y sus amigos y parientes, conservar y reproducir su presencia parlamentaria que, en lo principal, impide que gobierne la mayoría, y, en consecuencia, impide que se puedan constituir los elevados quorums constitucionales que se exigen para terminarla. ¡Qué decir de la inmoral exclusión política!.


De este modo, y transcurrido 17 años desde la salida de Pinochet del gobierno de la nación, (tiempo similar que el que usó el civilismo pinochetista para imponerlo) sobrevive y se reproduce un sistema político oligárquico y excluyente, eficaz en la protección de los intereses económicos y valóricos de una plutocracia fundamentalista y de los grandes consorcios que operan sobre el patrimonio de Chile.


La reciente reforma cosmética a la Constitución de Pinochet (2005), que ha mantenido intacto sus fundamentos autoritarios y neoliberales, ha reforzado la convicción de que ello fue posible gracias a la convergencia del antiguo civilismo pinochetista con una nueva clase política cooptada por el mundo de los negocios, abandonada a la valoración tardía de las ideas liberales. Revisemos estas ideas.




La crisis de la política en Chile y la transformación democrática

1.- La política está en crisis en Chile. Y cuando la política está en crisis, lo que en verdad está en crisis es la República. Es decir, su sistema jurídico-institucional, sus estructuras políticas, económicas y culturales. Todo el aparataje que, en nuestro caso, se ha dedicado celosamente, estos últimos 16 años, a preservar las instituciones y el modelo económico impuesto en dictadura. Esta crisis republicana en Chile, se expresa en la paradoja política que al año 2006, sobrevive casi intacta ─y en algunos casos perfeccionada─, una institucionalidad jurídico-política oligárquica y un modelo económico neoliberal impuesto por la alianza militar/empresarial que instaló una sangrienta dictadura en el país entre 1973 y 1990.

2.- ¿Porqué es posible que esto suceda en un país donde suponemos existe una fuerte matriz democrática y republicana? Pues, porque ello significa la sobrevivencia de un régimen político que es tributario de una economía que favorece la acumulación y apropiación de la riqueza patrimonial y de su producto, por parte de unas cuantas empresas de capital nacional y/o de consorcios financieros internacionales que representan apenas un puñado de familias, y, en consecuencia, conserva un régimen político oligárquico (de minorías) y de cooptación.

3.- Probablemente, para muchos de quienes estamos en la tradición de izquierda creamos entender algo, aunque sea un poquito, respecto del cambio social. También es probable que muchos de nosotros siempre estemos leyendo o interesándonos por literatura que informe o que tenga que ver con procesos de cambio. Pues bien, en el caso de Chile tenemos un buen ejemplo para aprender, no de cómo cambian las cosas, por el contrario, aprender respecto de las estrategias de resistencia al cambio. La pregunta que nos deberíamos hacer es ¿cómo ha sido posible que no se pueda terminar con los engendros pinochetistas después de un tiempo equivalente al que uso la dictadura para imponerlos, sobre todo que disponemos de la legitimidad y el sentido de justicia necesario para llevarlo a cabo? Sepan ustedes que no tiene mucho que ver solo con la resistencia al cambio que oponen los conservadores y neoliberales, tanto como sí tiene que ver con la traición a la confianza democrática que el pueblo movilizado entregara a las burocracias de las coaliciones partidarias que se suponían conducirían el camino de vuelta a una verdadera democracia

4.- En la realidad de la tragedia del pueblo de Chile existen tres grandes líneas de problemas a enfrentar y resolver.

Por una parte, la cuestión de los derechos humanos, que trae consigo, recuperar los cuerpos de los detenidos desaparecidos, buscar la verdad de los horrorosos crímenes, juzgar a los victimarios, hacer justicia a los responsables de los delitos de lesa humanidad, reparar a las víctimas, educar socialmente para el “NUNCA MÁS”, cultivar una educación y una cultura de la paz y del respeto a los derechos humanos, económicos y sociales, etc.

Por otra, recuperar la democracia verdadera. Abrir cauces a una democracia-democracia, participativa, directa, protagónica y solidaria y la fraternidad, a la convocatoria a una Asamblea Constituyente para reformar las instituciones del Estado, devolver la soberanía, al pueblo, consensuar la nueva república y descentralizar hasta donde los chilenos, por medios democráticos, territorio, decisiones y recursos, reconocer la autonomía histórica de las etnias.

Finalmente, superar el dogma político económico del neoliberalismo, que es un modelo económico privatizador, depredador, confiscador, y que solo acrecienta la brecha entre ricos y pobres, acentuando la desigualdad social y la exclusión. Pareciera que el sentido de la oportunidad para la orientación estratégica de nuestra economía sea asumir la misión de especializarnos en la producción de proteínas para Oriente y vitaminas para Europa. Hemos firmado TLCs con países cuya población conjunta supera los 3.000 millones de habitantes y no somos capaces de producir y poner a disposición del pueblo de los nutrientes necesarios para nuestros 16 o 17 millones de personas. Entretanto, los cooptados del neoliberalismo abrigan la esperanza de ocupar el lugar de los fenicios del siglo XXI, buscando anexar las economías latinoamericanas a la plataforma exportadora de Chile. Menos mal que en Sur américa el viento de la historia sopla en la espalda de los movimientos populares que hacen retroceder al neoliberalismo y donde las mayorías populares recuperan la producción de su destino e historia en sus manos. Aún cuando en Chile tengamos el viento soplándonos de frente.

5.- Bueno, como si se tratara de piedras que sobresalen en un río, los cooptados del neoliberalismo saltan de un problema a otro, de una temática a otra, sin caerse ni al agua ni saltar a la orilla, o sea, sin resolver desde el fondo ni el tema de los derechos humanos, ni la situación de la democracia, ni el tema de la desigualdad social. Si en una dictadura militar el control social se ejerce por las armas, en la economía neoliberal el control social se ejerce desde el endeudamiento. Usura y usureros que asfixian los sectores de medianos y pequeños empresarios, los sectores medios y los sectores empobrecidos.

6.- Nadie, legítimamente, puede contradecir la idea que en nuestro país fueron los movimientos sociales, la movilización social y la lucha sin cuartel en contra de la tiranía la que finalmente logró terminar con la dictadura. Han sido los movimientos sindicales y sociales los grandes animadores y convocantes de las jornadas de movilización democrática. Es más, la tradición partidaria se ha reconstruido desde los movimientos sociales. No hubiera sido posible la reconstrucción de los partidos políticos en Chile, sin la movilización social y popular. Dicho proyecto de reformas democráticas llegó a constituir el cimiento sobre el cual se edificó la movilización social. La superación de la dictadura militar constituyó la base de la gran movilización popular que logró sacar a Pinochet del gobierno.

Sin embargo, han sido las burocracias partidarias, actuando en coalición, quienes en un proceso continuo de empobrecimiento democrático han terminado por traicionar el mandato popular de cambio, y, por el contrario, se han dejado cooptar por las ventajas minoritarias de la economía neoliberal, para ser eficientes administradores, cuando no capataces.

7.- En consecuencia, nos encontramos ante la realidad que nos hereda Lagos, en la cual el proyecto nacional de transformación de las estructuras institucionales y económicas heredadas de la dictadura ha sido definitivamente abandonado luego de 16 años de intentos parciales por intervenirlo. Un verdadero drama. Un gobierno que cambió la apariencia, la estética de la República pero no su ética. Al mismo tiempo que nos deja el registro periodístico de una fantasía egocéntrica de autodenominarse desde sus partidarios, a través de encuestas, el mejor presidente de la historia republicana de Chile.

Un itinerario de abandonos y renunciamientos

8.- Uno de los cogollos de esta herencia lo constituye el maquiavélico sistema electoral binominal diseñado desde la Constitución impuesta por Pinochet en 1980, es decir 9 años antes de su salida del Gobierno. Este sistema electoral que nunca, hasta ahora, ha podido ser reformado, permite, a los pinochetistas de hoy y sus amigos y parientes, conservar y reproducir una presencia parlamentaria que impide que gobierne la mayoría, y, en consecuencia, impide que se puedan constituir los elevados quorums constitucionales que se exigen para terminarla.

9.- De este modo, y transcurridos 17 años desde la salida de Pinochet del gobierno de la nación, sobrevive y se reproduce un sistema político oligárquico y excluyente, eficaz en la protección de los intereses económicos y valóricos de una plutocracia fundamentalista y de los grandes consorcios que operan sobre el patrimonio en Chile.

10.- Una reciente reforma cosmética a la Constitución de pinochet (2005), que ha mantenido intacto sus fundamentos autoritarios y neoliberales, ha reforzado la convicción de que ello fue posible gracias a la convergencia del antiguo civilismo pinochetista con una nueva clase política cooptada por el mundo de los negocios, abandonada a la adoración tardía de las ideas liberales.

11.- “Justicia en la medida de lo posible” fue una de las doctrinas que en materia de derechos humanos limitó la acción de verdad, reparación y justicia a las miles de víctimas de los derechos humanos. Respecto a los cambios constitucionales, cada maquillaje, entusiasmó a los agoreros, que se dedicaron por más de una década a pregonar en repetidas ocasiones que en Chile se ha terminado la transición. Lo han dicho en seis o siete oportunidades, porque quieren cerrar el campo a las demandas populares por democracia verdadera, verdad y justicia, y fin de las desigualdades sociales. El fin de la transición no se puede decretar por oficio..

12.- En estos días, la firme palabra empeñada por la Presidenta Bachelet de asumir las reformas pendientes, actitud acompañada por la surgencia y reinstalación de las movilizaciones sociales, el reencuentro unitario de la izquierda política y social en la instalación del parlamento social y político, que ya comienza a organizar comités unitarios de toda naturaleza en las comunas de Chile, abren, en conjunto, oportunidades para reponer e impulsar, desde una lógica social y popular, ahora sí, verdaderamente democratizadora, las transformaciones que comiencen el desmantelamiento del andamiaje pinochetista.

En este contexto, y ante la amenaza de un desbordamiento popular que empuje reformas sustanciales, no solo al sistema electoral binominal, amenace la Constitución pinochetista y abra cauce a la idea de la Asamblea Constituyente, algunos sectores minoritarios de la derecha se apuran a negociar a medias con la idea de reformar de manera que nada cambie en el fondo. Estrategia que, por vieja, es demasiado conocida. Lo nuevo, si se puede llamar nuevo al gatopardismo, es la actitud acelerada de los cooptados del sistema que se han apurado a declarar que están dispuestos a “… aceptar y recoger lo que la negociación sobre reforma electoral les sea concedido por la derecha”. Es decir, se instala en política, y en la política de Estado, la misma y pusilánime doctrina que en el Gobierno del Presidente Alwyn se instaló en materia de Derechos Humanos, “ justicia en la medida de lo posible”, ahora se dice “… democracia en la medida de lo posible”.

13.- Esto nos permite apreciar la verdadera profundidad de la crisis moral de la política en Chile. La misma medida para la crisis de las burocracias partidarias, tetanizadas por el miedo al cambio, o abiertamente cómplices de la mantención del estatus quo. Incluso entre aquellos que dijeron apoyar a la Presidenta Bachelet y su voluntad de cambio y contribuyen a paralizar su programa de Gobierno, infundiendo miedo de la crisis, con el miedo de que todo cambio significa crisis, y presionando para que se abandone los aspectos más sustanciales de su compromiso con la democracia verdadera y la justicia social, a través de su compromiso notable: “palabra de mujer”.

14.- Nuestro partido no escapa a esta crisis que coge a las burocracias partidarias. El medio para superarla es desde la perspectiva de la movilización social, la lucha popular, la unidad del pueblo, la reconstrucción de un programa común de transformaciones políticas, económicas y sociales. Allende no está muerto.

En el caso del Partido Socialista se debe optar, definitivamente, por recuperar su política de izquierdas y privilegiar el trabajo en y con los movimientos sociales, lejos de las burocracias políticas y muy cerca de los sueños y demandas populares. Es más necesario que nunca en Chile un Partido Socialista desde su identidad de partido de la transformación social. Un Partido Socialista que inspire y conduzca alianzas cada vez más amplias hacia el mundo popular, que permitan intervenir y superar, en su especificidad, el modelo capitalista del pos-pinochetismo, así como sus instituciones y privilegios transferidos e impuestos como condiciones de vida y de ciudadanía económica y social a todos los chilenos.

15.- Se debe tener conciencia de lo que significaría, a la historia de Chile y de América latina, allanar el camino al civilismo pinochetista para que sea su institucionalidad, su lógica política, impuesta a sangre y fuego, la que se legitime y se proyecte en el tiempo, por la sola razón de la cobardía moral de una generación, y la incapacidad de construir caminos de la mano del pueblo para sustituirla a través de la voluntad popular expresada en una Asamblea Constituyente, por formas de democracia directa, participativa y protagónica.



¿Continuidad o cambio?

16.- La contradicción principal que se instala en el seno de esta crisis y que atraviesa transversalmente la totalidad de la política chile es entre CONTINUIDAD Y CAMBIO.

La estrategia de la continuidad significa, entre otras muchas cosas, por un lado, consolidar el maquillaje reformista de la Constitución del 80 que no modifica sus principios autoritarios y oligárquicos, es decir, la esencia política de la institucionalidad militarmente impuesta por el civilismo pinochetista, incluido el maquillaje esperado al sistema electoral binominal. Abrir paso a la amnistía e impunidad en todos sus estados y obviar la verdad, juicios y reparaciones justas y a la altura del daño. Tranquilizar al mundo financiero y empresarial con que habrá una nueva agenda empresarial, la AGENDA EMPRESARIAL II y las garantías a los nuevos negocios depredadores, usureros o destructivos del medio ambiente.

Por el contrario, la estrategia de cambio, en la que nos inscribimos, que debemos impulsar, inmediatamente, sobre todo a partir de las nuevas expresiones de movilización social y demanda popular es, convocar y conformar con urgencia una mayoría popular, políticamente transversal, que exija hoy, el inmediato término del sistema electoral binominal; la inscripción automática de todos los chilenos mayores de 16 años para que asuman en plenitud la ciudadanía. Si se aumenta la responsabilidad penal a los 14 años, es legítimo aumentar su responsabilidad cívica y política a partir de los 16. Movilizar ahora hacia un pacto de convergencia nacional para elegir una Asamblea Constituyente que dote a Chile de una nueva Constitución Política del Estado para el nuevo siglo.

17.- El continuismo quiere trascender desde una supuesta significación histórica del Bicentenario en el 2010. A falta de pan buenas son las tortas dirá más de alguien. Sin duda que es un pobre futuro pretender que el Bicentenario pueda ser un objetivo para direccionar la acción política de los demócratas en Chile. Eso no es, ni más ni menos, que sincretismo político. Del mismo tipo que el sincretismo esotérico que arropó a algunas personas con la llegada del año 2000.

18.- Los partidos nos movemos por un sentido ético inspirado en el humanismo social, objetivos económico-sociales, por un vector de significación socio-histórica que se relaciona con las condiciones del pueblo en un contexto de una fuerte expansión del capitalismo financiero internacional y de una nueva fisonomía del imperialismo guerrero.

El país hará desfiles patrióticos para el bicentenario. Inauguraremos bellas obras públicas y nuevas autopistas, sin duda mejores que las que inauguró Pérez Jiménez en los años cincuenta en Caracas. Sin duda. Pero lo que nos preocupa, lo que verdaderamente debe quitarnos el sueño, es si aún para entonces, si no lo resolvemos antes, las víctimas del genocidio seguirán reclamando restitución y verdad, justicia y reparación, si aún la clase política se seguirá reproduciendo en un sistema electoral binominal, si aún los trabajadores seguirán reclamando restitución de derechos laborales y previsionales, en fín, si aún, ….

19.- Si por el contrario, construimos con generosidad un tipo de gobernabilidad democrática de amplia base popular, como la matriz para sustentar la aspiración popular y partidaria de una Presidenta mujer y socialista, de lo que se trata es de volver a los principios originales de lealtad al cambio democrático y a la justicia.

20.- Entonces, se trata de vincular de una manera inequívoca el programa de Gobierno con los intereses de la democracia plena, con una nueva Constitución, con nuevo sistema electoral, con una orientación económica que sirva al mundo del trabajo, a los pequeños y medianos empresarios, que imponga royalty a la Minería, en fin, que se afane en no permitir impunidades ni amnistía, desigualdades ni pobreza. No sirve el “más de lo mismo” como estandarte. El programa por el cual el pueblo eligió a nuestra Presidenta debe estar a la altura de las expectativas y de la química que comienza a producirse entre ella y ese mundo popular que no olvida su capacidad de soñar y espera que no lo traicionen.

21.-La movilización social, la re-construcción de un proyecto político esencialmente democrático y popular, integrador y solidario orientado a instalar el horizonte de una Asamblea Constituyente que genere un nuevo marco constitucional, económico y político en Chile, en la perspectiva de fundar una República Social, constituye un mandato histórico sustentado en una nueva ética democrática.


Santiago, 04 de septiembre del 2006.





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