Socialdemocracia Y Socialismo de Izquierdas" PAGINA DE SOCIALISTAS DE IZQUIERDAS Y AMIG@S" (CUADERN

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Rosa Y puño Partido Socialdemocrata (sueco) y de REFERENCIA REALMENTE SOCIALISTAS

sábado, 30 de mayo de 2009

EL PREAMBULO COMNSTITUCIONAL Y DON ENRIQUE

“La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de: Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo. Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular. Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones. Promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida. Establecer una sociedad democrática avanzada, y Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra. En consecuencia, las Cortes aprueban y el pueblo español ratifica la siguiente CONSTITUCION” (Preámbulo de la Constitución española de 1978) [Photo] [Photo] [Photo] En febrero de 1974, la ya prestigiosa revista "Gentleman" (nada que ver con la homonima de hoy, nacida en 2003), dirigida por J.L. Gutiérrez, llevó a su portada al intelectual y político socialista [Photo] [Photo] Han tenido que pasar más de 23 años desde el fallecimiento de Enrique Tierno Galván ( 19-01-86) para que un grupo de antiguos alumnos y seguidores y colaboradores políticos, de profesores e investigadores universitarios encabezados por le catedrático Antonio Rovira, junto con la familia de don Enrique, la editorial Thompson- Cívitas y el Ayuntamiento de Madrid, para que, por fin, la figura de Tierno Galván que perdura, no sea sólo la de aquel popularísimo alcalde de Madrid que escribía bandos desternillantes en un macarrónico castellano del Siglo de Oro – ya preocupado Tierno, por cierto, todo un pionero, por la polución sonora que agredía a los madrileños, los ruidos nocturnos de moterosy botelloneros en sus “las máquinas de correr”- o que provocaba el entusiasmo de los más jóvenes, de las gentes de “La Movida”- otra voz política de origen mexicano, ya presente en los filmes de “Cantinflas” de los años 50- con lo de “a colocarse y al loro”. O que su texto más consultado sea el Preámbulo de la Constitución de 1978 redactado por Tierno con la ayuda de su delfín Raúl Morodo, que los dos grandes partidos, entonces la hoy desaparecida UCD y el PSOE, tuvieron el detalle de concederle, no sin antes vetarle como octavo miembro de la Ponencia Constitucional (los siete “padres” de la Carta Magna), a instancias de los socialistas. Era comprensible y entendible en el escenario de la pugna electoral y política. Enrique Tierno, con su modesto PSP, había logrado en las primeras elecciones democráticas, nada menos que dos millones de votos de 1977, y su condición de rival del PSOE llevó a sus dirigentes, Felipe González y Alfonso Guerra, a vetarle como miembro de la Ponencia. Y como consolación se le encargó la redacción del Preámbulo, poco antes de que la Constitución ya debatida durante largos meses en Ponencia, en Comisión –con las paralelas aportaciones del Senado- fuera aprobada en Pleno. Un texto que, como puede comprobarse – es el reproducido al comienzo de este texto- además de la muy percibible música del “Preamble” de la Constitución de Estados Unidos, sugiera en las líneas de su “letra” todo el inconfundible estilo, benemérito y fabiano, del Viejo Profesor, el VP, el Uvepé. Los preámbulos constitucionales en ocasiones son tan o más importantes que el propio desarrollo normativo – ojalá en los tiempos que corren en España se observara, si no en su “letra”, al menos en su “espíritu”-. Recuérdese el breve pero enjundioso preámbulo, ya citado, de la Constitución de los Estados Unidos, dos años anterior a la Declaración de la Revolución Francesa, el “We the people…”. Las introducciones siempre se apoyan en dos anclajes: en el pasado y en el futuro, de donde se viene y a donde se va. El de Tierno solo habla del futuro, concesión que hubo que hacer al consenso político que la hizo posible, a la UCD y, sobre todo, a la Alianza Popular (AP) de Fraga, dada la cantidad de políticos en sus filas- prácticamente casi todos sus dirigentes- procedentes del régimen anterior. Así, por fin, y con muy buen criterio, se decidió redactar un preámbulo y encargárselo a Tierno, un texto que según los constitucionalistas que han historiado los debates de elaboración de la Carta Magna (Jorge de Esteban, O. Alzaga, et al) carece de valor jurídico, pero, en cambio, sí tiene una gran enjundia e importancia y un alto valor declarativo. Supongo que todo es consecuencia de vivir en un país generoso y, en otras ocasiones, cainita- y no caeré en el “adanismo” que critica en estas mismas páginas la esclarecida historiadora Carmen Iglesias- dirigido a veces por minorías de seres pequeños, envilecidos y envidiosos, que se extenúan en pugnas estériles, en chapotear en los lodos de sus pequeños e irrelevantes rencores. Sólo así se explica el silencio en torno a la obra en muchos aspectos clarividente, de dimensiones enciclopédicas –serán seis o siete volúmenes de más de mil páginas cada uno- en torno a quien sin duda ha sido el intelectual español de la izquierda más importante del siglo XX, como señala el propio dirección del empeño. TIERNISTA Sin duda, mi condición de entusiasmado seguidor de Tierno Galván, de “tiernista”, durante años, se debe principalmente a la labor de proselitismo y captación que realizaba en medios universitarios una persona que, sin duda, era a la que más debía el Viejo Profesor- y seguramente quien mejor le conoció- por su inteligencia, esfuerzo, y, sobre todo, lealtad, dedicación y abnegación, que no es otro que un antiguo y querido amigo, Francisco Bobillo, hoy profesor universitario y colaborador ilustre y destacado de esta Revista, con quien me une, desde aquellos comienzos universitarios de los años del casposo y provinciano sesentayochismo madrileño, una amistad larga e indisoluble. Poco después, junto con Juan Luis Cebrián y con Ignacio Camuñas, en 1972, fundaríamos la revista “Gentleman”. En enero de 1974, al llegar a ser Director de la ya entonces prestigiosa publicación- lo he relatado con detalle en uno de mis libros- mi primera decisión fue ilustrar la portada con una gran fotografía de Tierno Galván, realizada por el fotógrafo Alberto Schommer. Faltaban dos años para la desaparición de Franco y mis problemas con el régimen por aquel número y otros posteriores fueron frecuentes y serios. En las ocasiones en las que estuve en casa de don Enrique, en la premonitoria calle madrileña de Ferraz, donde conversé y le entrevisté como preámbulo de más largas y repetidas pláticas posteriores en el Congreso de los Diputados - hasta organicé allí un breve encuentro con él de un tío carnal mío, ya residente en Madrid, quien, tras permanecer treinta años exiliado en América, le profesaba a Tierno una gran admiración-. O, años antes, mi condición de atento y privilegiado testigo y seguidor de todos los pormenores de aquel turbulento XXVIII Congreso del PSOE y del Congreso Extraordinario (mayo y septiembre de 1979) en los que Tierno jugó un papel tan esencial y relevante. Es curioso como la noticia del inicio de la publicación de las Obras Completas de Tierno dispara en mi todos los mecanismos de la evocación y de la recuperación de vivencias, testimonios, encuentros, anecdotarios para los que habrá ocasión y tiempo a la hora de rescatarlos. Sencillamente inolvidable, de erizar el vello por lo emotivo del acto fue, por ejemplo, aquel primer mitin de la izquierda en medio siglo al que asistí, organizado por Tierno y su partido, el PSP, en la plaza de toros de Carabanchel, antes Vista Alegre, un sábado, 26 de marzo de 1977, a las 8 de una tarde luminosa y primaveral, apenas unos meses antes de las primeras elecciones democráticas del 15-J. La plaza a rebosar, los tendidos y graderíos convertidos en un océano de banderas rojas y republicanas en los graderíos, muchos seguidores del PCE - aún faltaban semanas para su legalización- y bulliciosos muchachos de CNT- , orlando el verbo pausado y sereno de Tierno. Fue un acontecimiento sencillamente memorable. Mis encuentros con él siempre fueron de gran cordialidad, y aunque sin llegar al tuteo que entonces dispensábamos a todos, de acuerdo con el estilo de la época- el periodista Miguel Angel Aguilar, hastiado de tan promiscua familiaridad entre periodistas y políticos, llegó a sugerir que los informadores fundáramos un club, el “Club del Usted”- estaban señalados por la consideración recíproca, desde la entrega que me hizo como alcalde del “Madroño de Oro” hasta aquella llamada telefónica de Félix Santos – ex director de “Cuadernos para el Diálogo” y responsable de Prensa con Tierno en el Ayuntamiento- para invitarme a comer en la soleada terraza de un restaurante de la madrileña calle de Pintor Rosales, junto con el entonces director de Diario 16, Pedro J. Ramírez. Aquel almuerzo, según nos dijo, debía entenderse como acto de desagravio del pueblo de Madrid, encarnado en su Alcalde, a los máximos representantes de un periódico democrático, Diario 16, que había sido agredido y humillado por los golpistas, al haber sido expulsado su director del juicio contra los conspiradores del 23-F por presiones de los militares sobre el presidente del Tribunal. El Tribunal Constitucional, al que se recurrió, resolvió muy pronto aquella brutal y antidemocrática decisión del Tribunal militar que juzgaba a los conjurados. VERDADES SOBRE TIERNO Como colofón, añadiré algo sobre el libro “La verdad sobre Tierno Galván” (1997) de César Alonso de los Ríos, conocido comentarista, escritor y colaborador de LEER. El suyo, también, y a pesar de lo feroz y despiadado de su crítica, es un libro sin duda muy necesario, que añade toda una floresta anecdótica y desmitificadora a la figura del Viejo Profesor aunque, a mi modesto entender, le sobren la esencia malintencionada de la obra y, sobre todo, procesos interpretativos nada “wittgensteinianos” sobre quien fuera el primer y gran traductor del “Tractatus Logico-Philosophicus”: la referencias a las proposiciones empíricas de los hechos que han de ser verificadas. Y que le falte, sin duda, generosidad y le sobre por doquier ánimo impío, aquella “piedad” que los griegos consideraban imprescindible. Y personalmente, además de aquella frase de la que me hizo depositario Tierno y que César recoge en “su” verdad sobre Tierno– “Dios nunca abandona al buen marxista”- quizás me hubiera gustado que reseñara algun otro de mis numerosos textos sobre el Uvepé. Es posible que a Tierno se le juzgue con una severidad casi judeocristiana, exenta del sentido más alegre y jocoso de la realidad política al no matizar con el suave difumino del humor y la sonrisa alguna de sus inocentes imposturas o su espíritu eminentemente burlón. Relataré una anécdota de la Primera Legislatura (1977), sin duda ilustrativa. Una tarde, durante un Pleno, me hallaba en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados, conversando con un diputado y algunos periodistas y Tierno apareció procedente del pasillo como dirigiéndose al que flanquea el hemiciclo. Comenzó a dar vueltas en torno a nosotros, como despistado, sin saber que camino tomar con tantas puertas ante sí, hasta el punto que atrajo nuestra curiosidad: ante su actitud, le pregunté: ¿Qué ocurre, don Enrique? (el usted era preceptivo con Tierno y sólo el Rey, González, Guerra. Morodo o el presidente socialista Ramón Rubial se lo permitían). “Perdone usted, amigo Gutiérrez”, respondió. “¿Por dónde se va al hemiciclo?” ( apenas diez o doce metros más allá de donde estábamos) . Tras indicarle con una sonrisa comprensiva, se dirigió allí, no sin antes sonreírme, levísima, pícaramente, con complicidad: “Perdonen ustedes, pero esta cabeza…” Tierno sabía por supuesto ir al hemiciclo y seguramente tan sólo pretendía con el lance dar la imagen del sabio despistado que sale a la calle sin pantalones. Quizás tenía en mente aquella frase con la que me obsequió en otra ocasión, para que no me tomara las cosas demasiado en serio: “Amigo Gutiérrez: para cuatro días que va uno a vivir y tres de ellos laborables….” Irrepetible don Enrique.

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